No soy muy dado yo a escribir en ningún sitio electrónico. Alguna
chorrada esporádica y algún comentario simple que otro en Facebook, pero nada
más. El caso es que son bastantes las personas que me han pedido que haga una
pequeña crónica de mi carrera en Lanzarote y como Facebook creo que no es el
sitio apropiado (para enlazarlo si, pero no para colgarlo directamente), me he
animado a iniciar este blog. Quien sabe, igual a partir de ahora le cojo el
gustillo. Espero no ser muy pesado, que tengo mucha tendencia a serlo. Bueno
que ya me estoy yendo por las ramas.
Empezaré diciendo que este año llegaba a Lanzarote con mucha
confianza. El asesoramiento de Rubén Hernando era el gran culpable de ello, y
las buenas sensaciones de las últimas semanas parecía que me daban la razón.
Por este motivo, curiosamente, los nervios que en mi son habituales antes de
las carreras, incluso aunque no sean de gran importancia, en este caso, no
hicieron su aparición. Aun así evidentemente la noche antes de la carrera casi
no pegue ojo. Me acosté pronto, ya que tocaba levantarse a las 4:00 de la
mañana, pero el cuerpo no esta acostumbrado y no te duermes, siempre con la
mente pensando “no vaya a ser que me quede dormido”, y antes de que sonara el
despertador ya tenía un ojo abierto. Bajo a desayunar al buffet del hotel , que
abrían a esas horas expresamente para los corredores. Desayuno ligero. Más de
lo que acostumbro. Los días de carrera mejor no salir con el estomago pesado,
café solo, dos tostadas con miel y aceite, zumo de naranja y una tortillita y a
preparar los bidones. La bici ya estaba perfectamente preparada desde el día
anterior en boxes, así que prepare un bidón con powerade y uno con geles para
la primera parte de la bici y otro con geles y un sándwich de pavo para la
bolsa del avituallamiento especial y me fui a llevarlo a boxes. Además llevaba
tres barritas pegadas al cuadro. Todo colocado y me vuelvo al hotel. Me tiro en
la cama con música tranquilamente. Selección de música expresamente destinada a
cargarme las pilas por la mañana. Primera vez que lo hago y la verdad que me
vino muy bien. Yo soy más bien rockero y abundaban canciones de Rollings o
AC/DC, pero es de justicia reconocer que la canción que más me animo la mañana
fue el Titanium de David Guetta.
6:15: me levanto me pongo el pulsometro, el dos piezas, el
chip y la parte de abajo del neopreno. Cojo las gafas de agua y el gorro y me
encamino a la playa. Me cruzo con Ruth Varona y nos deseamos suerte. Paso bajo
el arco de control del chip y entro hacia la zona de calentamiento. Comienza a
llover. Me encuentro con Edu, nos abrazamos y nos reímos. Esto no es lo que
habíamos contratado, jajaja. Nos abrochamos los neoprenos y me voy a calentar.
Giros de brazos y apenas 300 metros con un pequeño acelerón para acostumbrarme
a la temperatura del agua y acabar de ajustar el neopreno. Salgo del agua y me
voy a coger posición en la salida justo cuando comienza a amanecer, apenas 10
minutos para el pistoletazo. Me voy abriendo paso entre la gente, tengo muy
claro donde me quiero poner. Por el interior y en segunda fila de los grupos de
edad. Todos los que me conocen saben que a mi no me gusta ponerme donde no me
corresponde pero estoy seguro de poder nadar en torno a los 57 minutos y por
tanto las segunda fila ya me corresponde. El interior aunque este mal que yo lo
diga es para los valientes. Según voy llegando delante hay gente que se molesta
y no me quiere dejar pasar, y yo tengo un problema que he de solucionar para
poder hacer algún día una buena natación, no se echarle cara y no me gusta
discutir, así que finalmente me quedo por dentro pero 5 filas más atrás de lo
esperado. El gran error del día. Veo a Bermejo y nos saludamos. Pienso “que
cabrón esta en el sitio que yo quería, como lo hará”. Dan el aviso del último
minuto. Todos atentos y bocinazo de salida. Corro intentando abrirme paso, pero
es imposible, cuando hay agua suficiente me zambullo y comienzo a nadar. Saco
la cabeza cada brazada, no para orientarme sino para evitar que me la pateen,
cada tres brazadas una y media es sobre persona en vez de sobre agua y de cada
dos veces que saco la cabeza en una me sacuden, y así vamos hasta la primera
boya. Pienso que ya se estirara un poco la cosa y encadeno tres brazadas con la
cabeza dentro del agua. Justo, me dan un talonazo en la mandíbula y veo las
estrellas, pero bueno a partir de ahí ya puedo nadar respirando cada tres
aunque sigo recibiendo. Hay gente que se ha metido del otro lado de la corchera
“que cara más dura” pero a media corchera vienen lanchas de la organización y
se hinchan a sacar tarjetas, alguno se les escapara, pero bueno. La vuelta es
un poco más tranquila, pero el tiempo ya es malo. Toco playa, primera vuelta y miro
el reloj, 32 minutos, desastroso pero bueno me vuelvo a tirar por dentro a ver
si recupero algo y… vuelta a recibir, esta vez algo más normal , ya va la cosa
más estirada. Al girar la boya de retorno decido que quiero nadar un rato sin
recibir y me tiro por el centro yo solo. Se que estoy haciendo mal tiempo a
pesar del esfuerzo y que tirar por el centro no es lo mejor, hay más corriente
y no hay pies que seguir, pero ya un minuto más, un minuto menos me da igual.
De lo único que estoy orgulloso es de que no me agobié en ningún momento. Salgo del agua con el crono marcando casi
1h5m. 5 minutos peor que mi peor previsión, pero curiosamente sigo animado, “a
por la burra que esto lo levanto”. Cojo la bolsa y me cambio. Aquí lo tengo
todo calculado y sale genial, solo un pequeño percance con una zapatilla de la
bici al ir a montarme pero apenas unos segundos de perdida. Me calzo bien y ya
saliendo de Puerto del Carmen comienzo a adelantar pelotones. Enfilo hacia
Miranda y voy a echar mano del bidón de geles para comenzar a meter nutrientes
y “oh, oh” no lo tengo. No había grandes baches y nunca había perdido un bidón de
ahí ni lo volvería a perder, ni siquiera en el tramo de Nazaret donde los
pierden muchos, por lo que ahora pienso que alguien debió de movérmelo sin
querer. Bueno, no me pongo nervioso, me acoplo y aprieto los pedales con fuerza
que eso siempre me relaja. Decido un cambio de estrategia. Barritas en la
primera parte de la carrera y algún plátano que no pensaba tomar hasta la
carrera a pie que ahí es lo único que tolero bien. Cafeina de la coca cola que
da la organización y arriesgaremos con alguna barrita de la organización en la
segunda mitad de la bici. Nada más girar en Puerto Calero veo a Bermejo y me
acerco a él con facilidad respetando el ritmo que me había marcado. Lo paso y veo
a Rubén. Lleva séquito. “Menudos cabrones”. Indignado, muchos pelotones, al
pasar a Rubén le meto la bulla al que lleva pegado. Continúo a muy buen ritmo
disfrutando del paisaje y las curvas, sobre todo en el Golfo, hasta que enfilo
Timanfaya. Sigue lloviendo y el viento es fortísimo pero acoplado voy
encantado. Sin trafico, los meneos hasta
me divierten. Timanfaya es otra cosa, precioso, impresionante, parece llano
pero no lo es y con el viento que pega vengo decidido a tomarmelo con calma
para poder darlo todo en las zonas que se me dan bien. Pongo marcheta y no subo
a mal ritmo de todos modos. Hacia el final parece que va dejando de llover
aunque aun esta nublado y en una de las rampas un poco más duras esperan Juan
Bermejo, Fernando Molina, Jorge Lobo y Oscar del Barco con la cámara y unos
buenos ánimos que siempre vienen genial. Según me voy acercando a la cámara les
saco la lengua.
Estoy de muy buen humor. Corono Timanfaya y vuelvo a apretar. El
viento seguía sin dar tregua, pero siempre que no me tenga que poner de pie,
disfruto. Aquí, ya me había dado cuenta de que este año la organización en vez
de Powerade daba otra isotónica, que sabe… “a leches”, y en vez de Coca Cola, daba Red Bull que me
sienta fatal, pero me hacia falta, así que voy tirando de ello y cruzo los
dedos. La isotónica sabe mal pero no da problemas, el Red Bull me esta dando
gases pero parece que no me molestan en exceso y no perjudican mi ritmo. De
repente me pasa un cohete, “vamos tío” me dice. Es Edu que se pierde en la
distancia, “como va!!!”. En estas llego a Haria y empiezo a subir. Mas tendido
al inicio pero endureciéndose por momentos y con el viento de cara de más de
35kms/h se hace mucho más duro. Me lo vuelvo a tomar con calma. Me pasan
algunos en los tramos de ir de pie, pero lo cierto es que no se van muy lejos.
Se ven pelotones, pero lo cierto es que aquí la sensación no es la misma. Van
juntos, pero abiertos. Apenas pueden aprovecharse los unos de los otros y no se
ve mala intención. En los tramos en que se puede subir sentado vuelvo a
adelantarme. Me pasa Bermejo casi llegando arriba en uno de mis tramos de pie y
me pregunta si necesito algo. Le digo que no y me da la sensación de que voy
mucho más cómodo. De hecho en cuanto suaviza y me siento le vuelvo a pasar y
llego a la cima. Aquí esta el avituallamiento especial y casi me lo paso. No me
lo puedo creer. Se supone que les avisan y ya deberían tener preparada mi
bolsa, pero he tenido que echar pie a tierra y decirle al voluntario donde
está, aun colgada, casi llego a cogerla yo. Coloco el bidón de geles (por
fin!!!) y ya que estoy parado me como el sándwich sin volver a montar. Arranco
de nuevo. Esto si me a puesto de mal humor pero comienza la bajada, ya hace sol
y la temperatura es buena. Voy gozando, arriesgo lo justo y no paro de
adelantar gente. La bajada me da una renta interesante sobre los que me iban
haciendo la goma en la subida y ya no aguanto más (me meoooo!!!). Paro me echo
a un lado y… parece que aun no me cogen. Arranco otra vez, aquí hay un repechón
de órdago y me vuelven a pasar los mismos de siempre (tengo que aprender a
subir) pero ya estamos en el mirador del Rio y aquí la subida, aunque dura, es
más corta y además preciosa.
Y luego la bajada es laaaaaaaarga. No se me
despegan mucho y subo disfrutando de las vistas. Aquí en alguna rampa eche de
menos un piñon de 25. Solo llevaba hasta el 23. Aun así las sensaciones no son
malas. Llego arriba y me lanzo a por todas, a juzgar por las fuerzas que tengo
ya puedo permitirme algún exceso. El tramo de Nazaret es horrible y el viento
me mueve en todas direcciones, pero voy gozando y adelantando gente siempre en
este tramo, salvo un grupito de dos muy bien organizado a relevos que me
adelanta. Me dan ganas de tirarlos de la bici, pero me contengo, “si así son
felices, allá ellos”. Cuando enfilo la
última y espectacular zona de curvas que ya va dirección Puerto del Carmen
puedo ver a Edu a lo lejos con unos cuantos más y les voy recortando. A pesar
del viento, a pesar de los meneos voy con todo metido y consigo adelantarlos.
Entro en Puerto del Carmen. Curva a la derecha para enfilar boxes y… “mierda
queda una rampita, jajaja”, venia emocionado, “quita desarrollo que no subo”,
una vez arriba me descalzo tranquilamente y doy cadencia para relajar las
patas. Ya descalzo aun adelanto a otro corredor. Me bajo elegantemente (jejeje)
y contacto con otro grupo ya en el pasillo de boxes, pero “oh, oh” seria el
penúltimo susto del día pero el que más me descolocó. Corro con la bici de la
mano y con buenas piernas, pero los gases del puto Red Bull que en la bici no
eran más que molestos no me dejan poner recto del todo. Entrego la bici, cojo
mi bolsa y me cambio nuevamente. Todo perfecto pero no se me pasa y salgo a
correr como Chiquito de la Calzada. Después de la carrera me corroborarían que
llevaba mal aspecto. Aquí si voy preocupado. El ritmo no es malo pero me duele
y no creo que pueda aguantar así, pero pienso “es igual, tengo un montón de
horas y me tengo que hacer la foto de meta con mi sobrino”, esto me anima. Veo
entrar a Bermejo y Rubén casi seguidos con la bici y acto seguido unos baños de
estos de plástico de la organización. Me meto y (no se lo contéis a nadie!) echo
una meada (y suelto gas), más de 3 minutos (si si, que no hacia más que mirar
el reloj). El caso es que salgo aun
molesto de la espalda pero me ya me puedo poner recto y en 2 o 3 kms más, hacia
el km 5 se me pasan hasta los dolores.
Me animo y aprieto. Los siguientes 20
kms disfruto como un enano. En el tramo final de la primera vuelta, el viento
es muy fuerte hasta para correr, tanto que te tira arena de la playa encima, y
cuando se para, hace muchísimo calor, pero es igual, ya vuelvo a ir contento,
cuando me cruzo con Molina y compañía casi les animo yo a ellos y cuando me
cruzo con Elena me paro y le doy un beso. Mi sobrino esta en el recorrido pero
aun dormido. Adelanto muchas gente. Doblados la mayoría, pidiendoles paso en
las zonas estrechas, pero también gente con las mismas pulseras que yo que ya
van muertos. En la salida de la última vuelta ya esta despierto mi chiquitin y
también me paro ha hacerle gestos. Casi se me sube un femoral por hacer el
payaso y encima el pobre, con las gafas y la gorra ni me reconoce. Vuelvo a ver
a Elena y le digo “que haces tan lejos de mi niño. Vete preparándote que vengo
volado”, jajaja, me quedan 10 kms aun pero voy sobrado de fuerzas solo la
musculatura cargada me impide ir más rápido. Me masajeo de vez en cuando los
femorales al mismo tiempo que corro y cruzo los dedos. Si no hay calambres
acabo sin problemas. Doy el último giro hacia meta. Me cruzo con mis compañeros
y les voy dando la mano. El ritmo de Edu no es bueno pero lleva buena cara me
dio mucha pena enterarme después de que se retiraba por problemas en la pierna.
Penúltimo badén, “todo en su sitio”. Última subidita y ya es para abajo,
“subidon”. Empiezo la bajada y ya oigo que me gritan “Nacho, Nacho…” Elena y
Natalia con mi niño. Los esperaba un poco más cerca del arco. Doy la mano a
Elena y nos echamos a la izquierda. Mi chiquitin va botando por la bajada. Le
digo a Elena que baje el ritmo que ya esta hecho y no queremos desmembrar al
niño. Me lo pasa (“si hombre quien es este tío tan sudado y con esas pintas”).
Se lo devuelvo. Cruzamos la meta. Pelos de punta. Me quito la gorra y las gafas
y ya me reconoce, pero se nota que piensa que me hace falta una ducha.
Conseguido, 10:26 y sobre todo la maratón completa sin tener que echar a andar.
Ya solo queda esperar a mis compañeros para darles un abrazo.
Pocos días después un amigo y enamorado de Lanzarote y su
Ironman, Angel Altes, me enviaba algunas estadísticas de la prueba y de la
participación de los Castellanoleoneses en ella. He de decir que se le agradece
y es interesante, pero también que las estadísticas son frías y no contemplan
por ejemplo las diferencias climatológicas de una edición a otra, pero sobre
todo no contemplan las historias personales, como la que dice que mi amigo
Rubén Hoyos entro en meta solo 11 minutos después trabajando 8 horas al día en
la cadena de la fasa o que el fenómeno de Carlos Merino hizo un tiempo similar
el año anterior teniendo que compaginar trabajo y cuidar de un infante, que es
algo más bonito que cruzar la meta de ningún Ironman, pero que endurece la
empresa muchísimo sin duda . Y estas son las que yo conozco de primera mano,
pero 1900 participantes dan para muchísimo más cada año.
Aunque suene pedante, me gustaría hacer unos agradecimientos
aquí al final de esta crónica, porque aunque no sea gran cosa y las condiciones
sean inmejorables, mentiría si dijese que no estoy orgulloso de mi carrera y mi
esfuerzo. Primeramente a dos personas de
las que me acorde mucho subiendo los puertos de Lanzarote, Javi Pérez (Pollito)
y Gabriel Belloso, “más salidas como la de Mijares me habrían hecho falta, pero
esa me vino muy bien en muchos sentidos. A mis compañeros de equipo en la carrera
que son unos fenómenos y además me dieron unas buenas referencias, jeje. Muy
especialmente a mi esparring de lujo esta temporada don Angel Matallana, compañía
impagable para sacar el día a día adelante. A mi mujer que no sabeis lo que me
aguanta, pero bueno eso ella ya lo sabe. Y a mi sobrino, al que le guardaré
esta crónica para cuando sea mayor, porque si no fuese por él posiblemente me
hubiese retirado en el km 2 de la maratón. Y con esto dejo de dar la vara.